Situación de las personas con SQM y EHS
Las personas que padecemos estos síndromes carecemos tanto de una adecuada atención sanitaria como de apoyo y ayudas institucionales para paliar las diferentes consecuencias que tienen estos síndromes en nuestras vidas; llegando en los casos de afectación extrema a pérdidas importantes de nuestra dignidad como ciudadanos.
Nuestra integridad personal y nuestra salud dependen de la presencia de los factores desencadenantes. Los síntomas en condiciones de exposición, que pueden llegar a ser muy incapacitantes y variar de una persona a otra tanto en la colección de síntomas como en la intensidad, consisten en: mareos, confusión mental, dolor generalizado, nauseas, inflamación del aparato digestivo, fuertes dolores de cabeza, calambres, estados sincopales, debilidad general, fatiga intensa, taquicardias y/o arritmias cardiacas, parestesias… Debido al uso cada vez más intensivo de determinadas sustancias químicas (ambientadores, bactericidas, fitosanitarios, otros…) y sistemas inalámbricos en todos los espacios públicos y privados (como casas de vecinos), las limitaciones que sufrimos cotidianamente son: (1) En general: las propias de ese estado de salud necesitando terceros que nos asistan en las situaciones de crisis, (2) Dentro de nuestro domicilio: debido a la imposibilidad de evitar estos factores en nuestra propia vivienda muchas personas están de forma permanente experimentando estos síntomas, con un alto grado de incapacidad, y otras, las que tienen el suficiente apoyo humano y económico, permanecen en una incesante búsqueda de lugares donde vivir con salud u oscilan entre una (1) y otra (2). (3) En el exterior: tenemos imposibilidad o gran dificultad: en utilizar transporte público, transitar por espacios públicos, asistir a hospitales, centros de salud, urgencias, centros educativos, supermercados, etc.
Para los afectados más leves a veces es suficiente con ciertos cambios en la forma de vida que disminuyan la exposición a químicos tóxicos y campos electromagnéticos. Para los afectados más graves, que con frecuencia padecen tanto SQM como EHS, la situación es cada vez más difícil. Necesitan evitar el contacto con determinados elementos ambientales de presencia cotidiana habitual, dependen de materiales de protección como mascarillas, purificadores, ropas apantallantes y apantallamientos en la vivienda, precisan para su mejoría y/o para detener el deterioro progresivo de su salud, de agua mineral, alimentos ecológicos y suplementos especiales (no incluidos en la Seguridad Social). Bastantes afectados se encuentran en una situación de emergencia económica (la enfermedad les impide realizar una vida laboral y la falta de reconocimiento formal impide el acceso a prestaciones), sin cobertura sanitaria (no existen médicos especialistas en los sistemas públicos de salud) y en situación de exclusión social (no pueden acudir a los espacios habituales de la vida social), y además muchas veces sufren la incomprensión y rechazo del propio entorno familiar, vecinal, laboral, etc. Algunos afectados carecen incluso de familia que les pueda ayudar.
El mejor conocimiento de estas dolencias, tanto a nivel médico como político, se va plasmando en documentos, declaraciones y planes que evidencian la necesidad de atender de forma adecuada a nuestro colectivo. Una herramienta fundamental para la mejora de la salud y reducir la situación de precariedad son aquellas acciones concretas que tengan en cuenta las necesidades reales de las personas afectadas. Para ello los compromisos de las instituciones para implementar medidas eficaces pueden paliar y mejorar significativamente la situación de las personas afectadas.